La madre de Florian Zeller. Dirigido por Juan Carlos Fisher

La madre de Florian Zeller. Dirigido por Juan Carlos Fisher Aitana Sánchez-Gijón, teatro, la madre, madrid



Como buen fan, siempre sigo todo lo que tenga el sello de Barco Pirata. En este caso, La madre de Florian Zeller. 
Zeller es uno de los dramaturgos contemporáneos más relevantes con su trilogía de la familia como piedra angular. Quizás quienes no conocéis esta faceta suya, igual habéis visto las películas que ha dirigido, como El padre, que le dio su segundo Óscar a Anthony Hopkins, o más recientemente, El hijo, protagonizada por Hugh Jackman.

Por lo tanto, nos encontramos con un drama que investiga las raíces de la maternidad en varias de sus vertientes, invitando al espectador a un viaje introspectivo en la mente de Anne, una mujer de mediana edad a la que la casa se le queda grande cuando su hijo decide irse y su marido ausente ocupa su tiempo con seminarios que le mantienen lejos de ella.

Realmente, lo que te vende la obra es su actriz protagonista, Aitana Sánchez-Gijón, una intérprete que pisa con seguridad el escenario y que se funde con su personaje. Durante toda la función te mantiene en trance y estás seguro de vivir una atmósfera única. Aitana es historia de este país y verla sobre las tablas o en la gran pantalla debería ser tan obligatorio como leer La Celestina.

Anne fagocita toda la historia, siendo el punto de anclaje con el espectador; el resto de personajes son solo satélites que nos muestran las diferentes aristas de la psique de la protagonista. Una madre que se cuestiona todo, que de una forma postcrepuscular siente que, después de haber entregado sus mejores años a su familia, esta le da la espalda. El tiempo, la soledad y el papel en la sociedad perjudican su mente fragmentada, donde vemos cómo las escenas se duplican, se quiebran y se diluyen como esa cicatriz blanca que surca la minimalista pero poderosa y clarividente escenografía.

Bajo la dirección de Juan Carlos Fisher, el espectáculo pasa de un cariz humanista y con tintes costumbristas a una pesadilla que muestra el descenso a los infiernos de Anne, una mujer que es un arquetipo que representa el rol femenino en la sociedad contemporánea. Una reflexión sobre cómo, a pesar del poder que tiene el género femenino, siendo capaz de dar vida, se le trata con crueldad e indiferencia. La obra se convierte en una proclama contra la violación de los derechos de las mujeres, jugando con un montaje algo confuso que hace que el público no sepa qué es realidad y qué es fantasía. Lo que sí está claro es que estamos en la cabeza de Anne y lo que hay es horrible: una mezcla de lugares comunes, redundantes, dolorosos por donde transitan las personas más importantes de su vida y que solo le generan pena.

En conclusión, es una obra de profundo dramatismo cargado de crítica social que pone en valor el rol de la madre. Posee una puesta en escena minimalista con algunas transiciones algo torpes, pero su mayor valor reside en su texto y en ver a Aitana Sánchez-Gijón haciéndose grande sobre el teatro Pavón.


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