¿Se podría decir que Stephen King está de moda? Quizás sí, pero con ciertos matices. Desde el estreno de Carrie hasta nuestros días, adaptaciones de sus obras en todo tipo de formatos han nutrido nuestras pupilas. Quizás el bombazo de la reciente adaptación de It de Andy Muschietti ha servido como punta de lanza a una nueva oleada de contenido basado en su obra. Tenemos ejemplos de todo tipo; la serie The Stand, el remake de Pet sementary, varias adaptaciones de Netflix que prefiero olvidar y La historia de Lisey.
Por lo tanto hablamos de un producto de partida complejo de digerir pero que si le das una oportunidad te quedarás atrapado en su lirismo magnético y su poderío visual. Gracias a una portentosa puesta en escena de Pablo Larraín (que sólo se puede ver en productos exclusivamente para la gran pantalla) y una interpretación de Julianne Moore impresionantemente rica.
Todo esto esta muy bien vehiculado por un empleo del montaje que ayuda a dosificar la información sin perder interés. Sirviendo a fuego lento todo el desarrollo del duelo del personaje de Moore. Debido al fallecimiento de su marido, un famoso escritor, que tiene un legado que va más allá de sus vidas.
El resultado es un producto muy llamativo con una factura de diez, quizás el mejor producto que ha surgido en los últimos años basado en la obra del maestro de Maine (lo siento, Doctor Sueño). Sin embargo es una pena la poca visibilidad que está teniendo, siendo un producto meramente residual que disfrutamos dos espectadores pero que seguro que recomendaremos hasta la nausea.
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