Napoleón (2023) de Ridley Scott


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ESTA AMBICIÓN DESMEDIDA


En una de las escenas de la película que mejor condensan y resumen la reputación y espíritu de Napoleón, Joaquin Phoenix se eleva materialmente para situarse a la altura la leyenda, de aquellos personajes históricos que sobreviven más allá de la vida terrenal y, en el Imperio Antiguo, fueron considerados Dioses. 


Esta escena me parece un buen símil a la película, y las intenciones, que nos presenta Ridley Scott con su última película que llega a las salas de cine el viernes 24 de noviembre de la mano de Sony en un corte de 138´que se quedan lejos de los más de 240´ que dura el que, más tarde, llegará a través de la plataforma AppleTv. 

La ambición, como casi todo por otra parte, puede ser utilizada como arma o como herramienta. En el caso del personaje histórico que aborda esta película y la de su director, es una ambición desmedida que, en determinado momento, resulta ingobernable. 28 años en la vida de un personaje histórico cultural, político o social son difícilmente abordables en una película, pero si, además, estamos hablando de Napoleón Bonaparte, se convierte en una quimera. 

No sabemos si el corte extendido logrará rellenar todos los huecos que quedan inconexos en la obra que se puede ver en salas de cine, pero sí asegurar que, en ésta, Scott se queda en el retazo de todos los aspectos que quiere abarcar.

Dónde no se queda corto, y así se siente a través de la pantalla, es en un diseño de producción titánico que hace lucir a la Francia postrevolucionaria e Imperial con la suntuosidad que nos hacen llegar los libros de historia y el patrimonio arquitectónico que ha sobrevivido hasta nuestros días. El vestuario, estandartes y así localizaciones exteriores e interiores están cuidadas hasta el mínimo detalle cinematográfico que, por supuesto, no busca ni quiere perseguir el rigor histórico.


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Otro punto fuerte que hará las delicias de aquellos que disfrutan del Scott bélico del inicio de Gladiator son las batallas tanto a campo abierto como, para mí la más importante de toda la película, pues es la que define el destino del personaje, la de pequeñas escaramuzas a la sombra de las antorchas que marca el inicio de la historia política y militar de Napoleón. Se agradece el buen y afinado uso, en términos generales, del CGI y, mucho más, el contar con un ingente número. en desuso en el cine actual, de extras en estas secuencias. Especialmente la Batalla definitoria de Waterloo hay una sensación continua de fisicidad en la que sientes el polvo en los hombros y las chispas de la pirotecnia en los párpados. 
La película, como no podía ser de otra manera, cabalga a hombros de uno de los mejores actores de su generación, el mejor para según quién, Joaquin Phoenix que, ofreciendo una gran interpretación, no llega las cotas de The Master o Joker. El actor nos transmite las inseguridades, a través de la seguridad ficticia, del General, Rey y Emperador francés y queda bien reflejado la megalomanía infinita y exacerbada que acabará llevándole a la derrota. Vanessa Kirby es Josefina de Beauharnais, esposa, trasunto amoroso y toma de tierra de Napoleón Bonaparte que raya a un alto nivel interpretativo al igual que Phoenix pero, la historia de ambos en conjunto, se resiente a causa de la mutilación que sufre este corte de algo más de dos horas y media donde faltan la argamasa de conecta escenas potentes pero carentes de química y, en algunos casos, sentido.

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Y, para finalizar, he aquí donde se encuentra el principal problema que falta por descubrir si se solventará en la versión extendida. La película tiene un potencial a explotar del que apenas se muestran flashes para, en un montaje muy cuestionable y en ocasiones hasta paródico, pasar a otra parte de la biografía napoleónica sin profundizar en la psique del personaje, los conflictos políticos, social y militares de la Francia Imperial a lo largo de 30 años y, sobre todo, entender la historia del matrimonio Bonaparte donde, creemos, habita el corazón de la película para entender las aristas de un personaje tan complejo como, inevitablemente, fascinante. 




Jesús Casas

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