En toda historia que se precie, siempre hay un marco, un espacio en el que surge el relato, un entorno que genera unos personajes. En este caso, un balneario...
Un emplazamiento tranquilo e idílico, con aguas termales, masajes, revisiones médicas, buenas vistas y deliciosos manjares. Sin embargo, bajo todo esto, subyace un lado turbador y siniestro: una cucaracha que surge entre las hermosas piscinas de un espacio hecho para el descanso y la sanación.
El espectáculo arranca con una mujer en primer plano que se fuma un cigarro tras otro mientras espera. Tras de sí, van apareciendo y desapareciendo muchas mujeres con albornoces, algunas desnudas, secándose el pelo tranquilamente o hablando entre ellas con nerviosismo. Todas diferentes, pero con un problema en común: no pueden tener hijos.
Mientras tanto, la fumadora sigue su ritual con áspera indiferencia.
Esta poderosísima imagen nos abre las puertas a lo que propone Cucaracha con paisaje de fondo. Original en su forma y fondo, pone el punto de mira en la feminidad como si de una poderosa diosa se tratara: una diosa de la vida, la reproducción y la abundancia. Sin embargo, a pesar de sus cualidades, siempre está en tela de juicio.
La nueva obra de la compañía (siempre interesante) Mujer en obras, nos acerca a una comedia marciana donde un especialista en fertilidad arroja luz ante la desesperanza de la infertilidad. Tratando con firmeza y honestidad temas como el rol de la mujer como generadora de vida y las responsabilidades que le exige la sociedad. Todo desde una perspectiva conocida por todos aunque de una forma diferente, casi paradójica. Mezclando verso, prosa, surrealismo, drama y comedia. Escrita y dirigida por Javier Ballesteros, la obra se mueve en un terreno movedizo debido a la complejidad de la puesta en escena, exigiendo al espectador toda su atención hasta el oscuro final.
No puedo detenerme en una interpretación concreta, aunque el personaje del doctor y su amiga Fernanda tienen los roles más desarrollados. Cada uno de los actores del elenco ejecuta a la perfección sus personajes según las intenciones narrativas de la obra. Permutan entre diferentes géneros y formatos teatrales, desde el coro griego hasta el monólogo o la comedia absurda, con algunas líneas de diálogo muy poderosas.
La escenografía de Pablo Chaves es uno de los elementos más interesantes de la puesta en escena, siendo una puerta al mundo que se nos presenta. Es un lugar de comunión para los sueños y esperanzas de las pacientes, pero también un lugar onírico, mágico y a veces terrorífico, donde todo puede suceder. Su relación con el diseño de iluminación de Juan Seade convierte el teatro en un entorno mágico y ensoñador.
Es una obra exigente que te hace reír en el momento menos esperado, que crea una liturgia con el espectador y mantiene el interés hasta que baja el telón. Subyace una crítica brutal a la sociedad y la sanidad, donde la especie no es tan importante como la rentabilidad económica.
Es una historia dura que te hace reír y te enseña. Necesitamos más Mujeres en obras.
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