Título nórdico que en esta ocasión rompe los moldes y se presenta como un auténtico peliculón: eso es Hatching.
Tinja es una joven gimnasta que intenta desesperadamente complacer a su madre. Esta es una mujer obsesionada con mostrar ante el mundo, a través de sus redes sociales, la imagen de una vida familiar perfecta. Una noche, Tinja encontrará un extraño huevo. En lugar de deshacerse de él,
lo esconde y mantiene caliente, porque percibe vida dentro de él. Pero ni ella misma podría haber imaginado nunca lo que saldría del cascarón…
Una historia a medio camino entre las monster movies de Roger Corman y un film profundo con temática doppelganger. Como leéis.
Y pensaréis: wtf?, bueno pues funciona a las mil maravillas. El equilibrio perfecto entre el tono y la implicación de los intérpretes eleva a Hatching a un nuevo nivel dentro del terreno de las fantasías evasivas.
Evidentemente, no hay que estudiar en Hardvard, para saber que la metáfora que Hanna Bergholm nos muestra aquí es el de nuestro propio ego e incluso demonios personales, pero va más allá. Vendría a representar ese momento en la adolescencia de todo ser humano en el que cambia, en el prácticamente pasa a ser otra persona, por dentro, ya que por fuera continúa idéntico, con los riesgos que esto conlleva, claramente.
Explora desde esta interacción humana con la familia el terror más puro, lúgubre y oscuro, lo que es un contraste maravilloso con la faceta visual de la película. Una fotografía clara y luminosa, alegre y brillante que supone una contrapartida a la trama turbia que se nos está narrando.
Es rara, sí, pero es ese tipo de rareza que, en mi opinión, contentará tanto a los fans del horror de siempre, como a los que se han venido subiendo al carro en los últimos años con las nuevas corrientes intelectualoides de género que se han ido gestando. Tiene esa peculiar y casi única virtud, que puede llegar a todos por igual y gustar a la mayoría.
En resumidas cuentas, inquietante y grotesca aportación. Si se la da las oportunidades que merece, esta cinta dará que hablar en varios circuitos. Por lo menos lo merece.
Igna L. Vacas
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