Danzad Malditos de Alberto Velasco


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Vía: Teatro Español

Danzad Malditos es una obra difícil de catalogar. No entra dentro de los canones tradicionales de su propio formato ni dentro de la cartelera habitual de un teatro comercial, es toda una rara avis en un panorama anquilosado. Es esa oportunidad que no debes desaprovechar si eres un espectador valiente y atrevido que disfruta con productos diferentes. Y eso ha sabido leerlo bien el Teatro Español, que ha decidido reprogramar el espectáculo en las Naves del Matadero.



Pero entonces, ¿de qué trata la historia? ¿recuerdas la película de Sidney Pollack Danzad, danzad malditos? Podríamos decir que la propuesta de Alberto Velasco es una libre interpretación de la premisa inicial de la película como excusa para desarrollar sus inquietudes artísticas. 
Tenemos delante de nuestros ojos a un desfile de malditos que se esfuerzan en llegar a lo más alto y cuyo precio está a la altura de los caprichos de la dramaturgia de esa función en particular. 
Porque los catorce intérpretes dependen de sí mismos, del azar y del público asistente para abrirse camino en la competición y ser los ganadores de este macabro baile de resistencia por parejas. Así que como espectador, nunca asistes a la misma representación ya que en cada una de ellas puede resultar ganadora una pareja diferente que a su vez puede estar formada por todas las permutaciones posibles entre los personajes. Además, cada actor tiene que conocer todos los textos de la obra para interpretarlos en función del momento en el que sea eliminado; una característica radical y moderna que aumenta el atractivo de un propuesta muy interesante ya de por sí y que no se vale de ser una adaptación de una película de culto para vender entradas.

Las maratones de danza de los 20 ́s y los 30 ́s eran puro espectáculo en sí mismas, el reflejo directo del esfuerzo, la entrega, el sudor, las lágrimas donde brillan las miserias de unos pocos aplaudidas por otros muchos distanciados por las necesidades económicas y el ansiado sueño americano.
Queremos reflejar la lucha real de los competidores en estos maratones para lo que los intérpretes de la pieza se aprenderán todo su entramado, todas las escenas, coreografías... Las parejas lucharan en directo por continuar en la obra. Sucesivamente se irán eliminando las parejas que no superen las pruebas de resistencia, estética, azar... solo seguirán adelante los ganadores.
Cada función es una carta en blanco abierta a ser escrita por las parejas que lo merezcan, cada función es distinta de la anterior... y encerrará toda la fuerza de la supervivencia.
Una propuesta nunca hecha en España. Una pieza de Teatro, Danza y Competición.

Alberto Velasco. Director.


Si bien es cierto que la propuesta castra hasta cierto punto la historia ya que la narrativa cede su importancia a la expresividad y estética, los textos que acompañan a los diferentes momentos de la obra están deliciosamente escritos, tanto que nos dan ganas de saber más de cada personaje. Quizá se echa un poco en falta más desarrollo de la historia personal de cada uno de los participantes en la competición para que el público sienta la empatía y las ganas de salvarlos de su desesperado final. 
 
El reparto está más explotado a nivel físico y expresivo que en el aspecto más clásico; cada vez que un personaje baila vibramos con él pero cuando nos encontramos con sus monólogos, a pesar de lo brillante de sus palabras, no descubrimos el nivel o el interés de otros aspectos de la puesta en escena como la música, la danza o la escenografía. Aún así, como ya pasara con La cocina de Peris-Menchetala experiencia que sientes en tu butaca durante el transcurso del espectáculo es tan emocionante que olvidas sus imperfecciones, extasiado por sus altas cotas de belleza plástica.

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Vía: Teatro Español


Uno de los aspectos que subyacen del sustrato de Danzad Malditos es una crítica a la situación laboral del actor. Todos los que hemos optado por las artes como profesión, sabemos que ganarse la vida en este mundillo no es un camino de rosas, ya que acaba convirtiéndose en una competición como la que propone la obra. Siempre hay vencedores y vencidos dentro de una espiral que nunca termina. Sin embargo, ya es tarde para salir de ahí, es el camino que has elegido, lo que quieres ser y lo que más amas. Llega un momento en el que no concibes la vida sin crear, sin interpretar, sin dar vida a una idea. Es por eso por lo que te levantas cuando te caes, te sacudes la tierra del suelo y sigues bailando.
Esa metáfora está plasmada en el ADN de la obra, dándonos la oportunidad de conocer la cara más humana del actor: sus dudas, sus preocupaciones, sus miedos, sus anhelos, etc. pero también sus motivaciones, sus ilusiones y aquello que les hace continuar. 
Así vivimos el proceso de humanización del actor, eliminando todos los canones del estereotipo del intérprete. El director los desnuda y los afea hasta el extremo mostrando su cuerpo imperfecto y desesperado, en un ejercicio de desmitificación y humildad.



En resumen, una obra fresca y con personalidad en la que no importan tanto las fórmulas preestablecidas sino el medio de canalizar las sensaciones que te provoca este frenesí de movimientos, sudor, lucha y tierra. Sólo con ver el rostro fatigado de cada actor tras "bajarse el telón" eres consciente del titánico ejercicio del cual has sido testigo.

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