Nunca es tarde: Los niños lobo (2012) de Mamoru Hosada


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Esta vez, en vuestra sección favorita, vamos a hablar de una película relativamente reciente pero que pasó desapercibida en nuestra cartelera y nosotros tenemos el deber moral (podéis considerarnos héroes) de reconocer el valor a esta gran obra de Mamoru Hosada. Hablamos de Los niños lobo o Wolf Children si os gusta más en la lengua de Shakespeare, una obra singular, tierna, emocionante y que te muestra una historia sincera jugando con las claves del fantástico y el melodrama. Una gran película que está a la altura de sus hermanos de imagen real. Se que es fácil que juzguéis la animación como algo menor, pero sin duda hay obras maestras imperecederas a la misma altura que las cinematografías de Bergman o Welles.


La historia comienza con el amor de Hana por un misterioso compañero de clase. Cuando la conquista tiene lugar y surge el amor, el decide contarle la verdad, es un hombre lobo... y por muy Crepúsculo que parezca, no te dejes llevar por tus prejuicios cinéfilos. Poco después, ella se queda embarazada de los niños que dan título a la película y entonces su vida transcurre feliz... hasta que repentinamente el padre fallece. ¡Zass! Al estómago del espectador más complaciente. Viéndose obligada ha buscarse una casa en el campo, un entorno que Hana considera adecuado para que vivan sus hijos sin los riesgos de la ciudad. Entonces es cuando realmente empieza la película que Hosada nos quiere contar. Una historia de madres e hijos, de infancia y madurez, siendo las transformaciones de los niños en lobo un pretexto, una metáfora de la pubertad, de los caminos de la vida y de las decisiones que tienes que tomar, porque si pensáis que es duro ser madre soltera, más aún es serlo de dos crías de hombre lobo...
Por lo tanto, lo que empieza siendo una comedia romántica sin muchas pretensiones evoluciona rápidamente en los primeros compases de la cinta, dando un golpe demoledor al espectador y cambiando totalmente el tercio situándonos en un drama rural sobre la relación madre-hijo con un claro componente fantástico, que siempre está ahí en el sustrato de cada escena con una naturalidad pasmosa. 

Lo que más nos fascina de Hosada es que te cuenta una historia con una estructura lógica muy concreta que es lo que guía el relato (nunca saliéndose de sus márgenes), vasculando entre una fantasía cotidiana y problemas familiares con unas pequeñas pinceladas de la evolución de Ame y Yuki durante su paso a la adolescencia. Para ellos hay un fuerte choque, la confrontación de dos mundos: El humano y el animal del que poco a poco empiezan a ser conscientes. Algo que Hana como madre tiene que afrontar a pesar de sus propios miedos.

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Fuente: www.cineclubdioptria.org

Hosada ya viene con un recorrido cinematográfico bastante interesando gracias a cintas como Summer Wars o La chica que saltó en el tiempo. Le gusta jugar con el relato clásico, haciéndolo suyo, convirtiéndolo en algo único y moderno pero sin olvidarse en ningún momento de emocionar al espectador, una de las claves que no debería olvidar todo buen storyteller. Sin lugar a dudas, estamos ante un cineasta único, que mima a los personajes y se toma su tiempo en narrar la historia, con un completo dominio de la gramática que hace que la película se vea sin esfuerzo alguno, pero bajo una óptica que eleva una historia a priori sencilla, gracias a la expresividad de su lenguaje.

Sin duda, un film muy recomendable, una joya que va de tapada pero que se encuentra entre las mejores de lo que va de siglo. No hay que dejarse llevar por su ingenuo punto de partida porque enseguida te partirá el corazón con una dura historia (aunque tiene sus momentos de típica comedia japonesa), con la que te pondrás sentir identificado gracias a la cercanía de sus personajes. Esperemos que su próxima película titulada El niño y la bestia no os pase desapercibida, porque para nosotros no lo hará.

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