Los restos del pasar (2024) de Luis Soto Muñoz y Alfredo Picazo

Los restos del pasar se refieren a la huella que deja el paso del tiempo, pero también podrían referirse a cómo queda un pueblo tras los pasos de Semana Santa, esto es, sus rítmicas procesiones que congregan a fieles y curiosos en las calles para observar esos pasos inexorables. Desde su propio título, la nueva obra de Luis (Soto) Muñoz, codirigida con Alfredo Picazo, revela entonces su afán de contar un relato con varias acepciones y capas, que ni siquiera responde a un género concreto, pues utiliza recursos del documental para, realmente, construir una ficción poética o incluso algo cercano al ensayo. Lo que debía ser casi un reportaje sobre la Semana Santa en Baena acaba siendo un ejercicio de memoria, personal y colectiva, guiada por los recuerdos de un niño cuando, durante esos días de celebración católica, conoció al pintor Paco Ariza, convertido en una suerte de mentor suyo y ya tristemente fallecido. Esos recuerdos están guiados por la voz envejecida del protagonista, narrados por tanto décadas después, pero todo lo que vemos en pantalla se corresponde con la época de su juventud, y la suspensión en el tiempo de la localización y sus habitantes nos permitiría entonces ubicar esta historia bien en el pasado, bien en el presente inmediato, lo que imprimiría a la narración de un cierto aire futurista.  


El paralelismo entre la Semana Santa y el paso del tiempo, simbolizado en imágenes recurrentes de un cementerio olvidado o de la iconografía religiosa, persigue así una trascendencia más allá de la cronología al uso, lo que se confirma con la alternancia de la fotografía en color y en blanco y negro, según lo vislumbrado haya quedado anclado en el pasado o pueda pervivir más allá de una vida efímera, como sucede con la pintura. Hay, de hecho, un gran respeto en la puesta en escena para mostrar con rigor y cercanía las costumbres de la Semana Santa, pero también una estilización, siguiendo una evidente influencia y admiración por Caravaggio, por dotar todas las imágenes de un marco y un contraste pictórico, jugando con la oscuridad y las fuentes de luz. El inicio del metraje es especialmente brillante en este sentido, traspasando el lienzo vacío del pintor para mostrarnos el paisaje de Baena, lo que anticipa que lo que veremos a continuación no será un mero retrato grabado de este lugar, sino una recreación del mismo desde un concreto prisma estético. Más allá de esta profundidad general de significado e imagen, Los restos del pasar termina destacando por su cuidado del detalle, hasta el casting del niño que con su simple mirada transmite y expresa tanto como uno de esos famosos cuadros de Caravaggio. 

Ignacio Navarro 


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