El género documental puede ser tan atractivo como tedioso; es otra manera de contar, con códigos y claves distintos a los del teatro de texto narrativo. Sin embargo, lo bueno de Barco Pirata es que, más allá del fondo o la forma, siempre saben encontrar la mejor manera de contarle una historia al espectador. De ahí su éxito, sea cual sea la función.
En esta ocasión, estrenan Blaubeeren en los Teatros del Canal, con una propuesta que, sobre el papel, podría echar para atrás a quienes no se sienten especialmente interesados en el tema del Holocausto y las consecuencias de los campos de concentración nazis. Sin embargo, hay que confiar en el texto de Moisés Kaufman y Amanda Gronich, y, sobre todo, en la portentosa dirección de Sergio Peris-Mencheta, que conduce al público en un viaje hacia la memoria, la herencia y la responsabilidad, con referencias muy actuales.
Todo comienza con una historiadora novata que trabaja en el Museo del Holocausto y descubre unas fotografías inéditas de Auschwitz. Siempre se ha demonizado al ejército de Hitler, y en esta ocasión vemos instantáneas que nos muestran que, por encima de todo, eran personas. Para un centro como en el que trabaja nuestra protagonista, lo que importa son las víctimas y no dar visibilidad a los verdugos. Pero, conforme avanza en su investigación, empieza a reflexionar sobre la humanidad en un entorno tan terrorífico como el campo de concentración más grande que ha creado el ser humano.
Se construye así una parábola muy interesante, que no hace sino invitar a la reflexión a cada una de las personas que ocupan la butaca, redescubriendo una historia conocida por todos, pero mostrándola desde otra perspectiva, una cara que había permanecido oculta.
Y para llevar todo esto a cabo, Peris-Mencheta se sirve de una escenografía conceptual y móvil, diseñada por Alessio Meloni, música diegética (interpretada por los propios actores) y una serie de proyecciones muy certeras que muestran las numerosas fotografías a las que hacen referencia los personajes. Todo está planteado de forma muy organizada y funcional, con unos mecanismos teatrales que no entorpecen, sino que ayudan a contar mejor la historia.
El elenco está formado por Clara Alvarado, Víctor Clavijo, Eric de Loizaga, Nacho López, Irene Maquieira, Natxo Núñez, María Pascual y Paloma Porcel, en un ejercicio escénico muy complejo, donde la mayoría del reparto actúa más como medio narrativo que como personajes. Todos ellos se convierten en herramientas al servicio del director para contar Blaubeeren. Cada uno interpreta un instrumento en directo, desempeña un papel clave en los movimientos de la escenografía, asume distintos roles y, lo más importante, todos y cada uno dejan a un lado su ego artístico para aportar su granito de arena a la coralidad y grandeza del relato.
Lo que plantea el espectáculo de Barco Pirata es una exploración de un periodo que ha marcado la historia del planeta. Sus secuelas siguen más vivas de lo que creemos, y cada bando conserva su propio álbum de fotografías. Es el espectador quien, durante los títulos de crédito, debe reflexionar sobre lo que se le ha puesto delante, mientras Blaubeeren lo acompaña en su salida del teatro, enfrentándolo al mundo que tenemos hoy.
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