Megalópolis (2024) de Francis Ford Coppola

Caos Coppola 


Cuatro décadas (supuestamente) le ha costado al maestro responsable de El Padrino llevar a cabo su filme más personal y ambicioso. Finalmente, tras la venta de uno de sus ranchos, un rodaje accidentado por demás, una campaña de marketing no del todo fructífera y unas acusaciones que, ¿por qué no? vamos a decirlo, llegaron en el momento justo para intentar hundirle, la película ya está aquí.


Una fábula épica romana ambientada en una América moderna imaginada. La ciudad de Nueva Roma debe cambiar, lo que provoca un conflicto entre César Catilina, un genio artista que busca saltar hacia un futuro utópico e idealista, y su opositor, el alcalde Franklyn Cicero, que sigue comprometido con un statu quo regresivo, perpetuando la codicia, los intereses particulares y la guerra partidista. Dividida entre ellos está la socialité Julia Cicero, la hija del alcalde, cuyo amor por César ha dividido su lealtad, obligándola a descubrir lo que realmente cree que la humanidad merece.

Tras años desaparecido de la vida hollywoodiense y con unos últimos títulos de dudosa calidad, que incluso carecieron de distribución en muchos países, parecía que el maestro iba a reencontrarse por fin con su mejor versión, tal vez y siendo realistas en su última oportunidad, el tiempo de descuento. No es que a estas alturas Coppola tenga que demostrar nada a nadie, ya lo hizo y será imperecedero, pero quería contarnos, bajo cualquier propósito, esta distopía urbana. Un intento de peplum modernizado que se queda a medio camino (en muchos incluso ni siquiera despega) de casi todo lo que quiere narrar, incluyendo el supuesto mensaje que además quiere enviar. Mensaje, por otro lado, perezoso y manido, sobre el mundo actual, el capitalismo, la sociedad y su egoísmo, bla, bla bla… pero eso es otra cuestión.

Acompañado de una voz en off que va narrando pretenciosos textos, el filme se pierde en su propia importancia y no sabe que ni como contarlo. Se extravía con tanto personaje (un elenco de lujo eso sí) y termina abrumando su epicidad forzada. La sátira se queda en un intento de la misma, y sus pomposos diálogos no ayudan en nada a que, llegados al ecuador del metraje, la película al completo se convierta en un disparate soez. Una sucesión de secuencias que parecen inconexas unas con las otras hasta un desenlace que, adivinen, tampoco está a la altura. Tan solo tal vez visualmente llama la atención, con un barroco futurista y medio steampunk que si se me antojó atractivo.

En resumidas cuentas, no disfruté nada la película, pero menos he disfrutado tener que escribir estas líneas sobre una película del maestro. Tal vez, la última para la que se ponga tras la cámara.


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