Dreams (2024) de Dag Johan Haugerud




“Dreams" es una cinta muy interesante. El tema que propone se va volviendo más retorcido a medida que avanza la trama, y la manera en que Dag Johan Haugerud lo aborda se ajusta a la perfección en esta última parte de su trilogía “Dreams, Sex, Love".

La película nos sitúa en esa sociedad idealizada como es Noruega, donde la calidad de vida es alta, y justo por eso los hechos que relata “Dreams” conmocionan a dicha sociedad: Johanne se enamora de su profesora de instituto y convierte esa relación —idílica o no— en un texto que acaba publicándose con éxito. Una menor teniendo sentimientos amorosos y sexuales respecto a un adulto, eso huele a best-seller.

De manera sugerente, se le niega al espectador toda la información de forma ordenada, sin llegar a saberse si el affaire entre las dos protagonistas realmente se ha consumado o si se trata simplemente del ideal platónico de una niña hacia una figura de autoridad. La historia está tratada con mucha elegancia, alejándose del morbo que tal vez sí habría explorado otro director nórdico de apellido Vinterberg.

Ante la imposibilidad de acercarse sutilmente a su profesora de francés, Johanne, celosa de cualquier alumno o docente que se le aproxime, decide tomar las riendas y, una noche, consigue su dirección y se presenta llorando en la puerta de su casa. La joven profesora la hace pasar, pero al espectador se le deja fuera, al margen de lo que ocurre dentro. El resultado de lo que pasó esa noche —y las posteriores— se va desgranando paralelamente al descubrimiento del diario de Johanne por parte de su madre y su abuela.


A partir de entonces se genera un triángulo entre estos tres personajes femeninos, cada una perteneciente a un momento vital distinto y a una manera de pensar claramente diferenciada. Recibimos ecos distintos del diario en cada una de ellas: a cada personaje le afecta de una forma particular, y ese impacto provoca una introspección que las obliga a evolucionar ante tal escándalo.

La primera parte de la película es el descubrimiento del amor, eficazmente retratado por Dag Johan Haugerud, quien juega con las imágenes para generar metáforas y sensaciones que acercan al público a ese primer amor que siente nuestra protagonista. Esa obsesión, esa necesidad de tocar al ser amado… La película, en esos primeros compases, se vuelve casi táctil gracias al uso del lenguaje visual y a una interesante voz en off.

La segunda parte, y su resolución, plantean preguntas al espectador a nivel social y moral, jugándoselo todo en una cinta más pícara e irónica de lo que podría parecer en un primer momento. El resultado es bastante interesante y seguramente llevará al espectador a querer ver los filmes precedentes de esta trilogía, que, aunque no están conectados en sus tramas, comparten un mismo conflicto central que funciona como hilo conductor.


Comentarios