Siempre me he preguntado por qué no se explora en el séptimo arte la Alemania nazi desde el punto de vista de los alemanes que no comulgaban con la ideología de Hitler. Tendrían que ser muchos, y sus historias merecen ser contadas, ya que lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial ha dejado una profunda huella en el país hasta el día de hoy. En este sentido, Bonhoeffer, el espía nos ofrece un punto de vista novedoso, ya que su protagonista decide enfrentarse al régimen en pleno apogeo del dictador.
La segunda película de Todd Komarnicki es una biografía bélica que mezcla el retrato histórico con la teología y un poco de thriller. Una combinación nada desdeñable que funciona bastante bien, a pesar de su excesiva duración. Bonhoeffer es un personaje interesante, pero quizás se desarrollan demasiadas aristas, lo que convierte el nudo en una serie de vaivenes que pueden lastrar al espectador. A pesar de ello, resulta interesante el tratamiento del tiempo, jugando hábilmente con elipsis, flashbacks y flashforwards, construyendo así las piezas de un personaje complejo y controvertido, en quien pocos confiaban y que luchó con todas sus fuerzas por su fe y por lo que consideraba el camino correcto.
Los hechos que narra la película son, obviamente, reales, y hay un respeto palpable por el protagonista. Aunque alguna de sus tramas no logre captar todo el interés, la cinta cuenta con suficientes elementos atractivos que compensan sus carencias. Posee una puesta en escena poderosa, con una factura hollywoodiense, aunque sin ninguna propuesta visual particularmente original. Se sirve de la imagen únicamente para narrar los acontecimientos de la manera más funcional.
En mi humilde opinión, merece la pena conocer a un personaje histórico de este calibre. Dietrich Bonhoeffer llegó a participar en un complot para asesinar a Hitler, realizando tareas de “espionaje” que comprometían su vida en una sociedad vampirizada por el régimen, donde Hitler, poco a poco y sin que la población fuera plenamente consciente, convirtió a Alemania en una dictadura que oprimía al más débil, al diferente, y que le dio la espalda a Dios para colocar en su lugar la esvástica.
En definitiva, un biopic de un hombre corriente al que las circunstancias empujaron a sacar lo mejor de sí mismo, luchando por un mundo mejor e intentando hacer ver al resto del mundo que la amenaza de nazi no era una broma. Sus planes se vieron truncados por la falta de cooperación internacional pero nunca se rindió y por eso su eco resuena en una película belga en pleno siglo XXI.
Comentarios
Publicar un comentario