El teatro es una herramienta poderosa para transmitir emociones, consciente o inconscientemente. Trabaja a muchos niveles, aparte de lo puramente narrativo. Su imaginario es tan poderoso que todo es posible cuando se levanta el telón, y su conexión con el espectador es tal que supera la distancia con el público y los márgenes de un escenario para estimular nuestras mentes.
Propuestas como "Mudando la Herencia" trabajan más en este sentido. Estando más cercanas a la investigación, la autobiografía y el diálogo con las artes escénicas de una forma más pura, perdiendo la dependencia narrativa que suelen tener los espectáculos más mainstream.
Se sirven de la integridad y versatilidad que ofrece el teatro para mostrarnos una obra sobre la raíz y el legado, la familia y los traumas del pasado. Todo lo que nos hace ser como somos debido a las circunstancias, como diría Ortega y Gasset.
El elenco está conformado por Nadal Bin, Marina Paredes, Nacho León y Elizabeth Sanjuán. Trabajan incansablemente en un espectáculo que les exige versatilidad, pudiendo pasar del teatro de máscaras al musical, de titiriteros a escenas de danza contemporánea. En un remix de disciplinas que mantiene el interés en cada extraño pasaje de "Mudando la herencia", en un heterogéneo viaje hacia el autodescubrimiento con mucha vocación "meta". La compañía, formada por actores y directora, tiene presencia por encima de personajes/cargos, desnudándose durante el transcurso de la obra como personas. Rompiendo la fina línea narrativa y aplicando el discurso no solo al propio espectáculo sino a sus propias vidas.
La obra forma parte del ciclo Imparables de Nave 73, que celebra su octava edición. En este caso, una propuesta muy personal de Lidia Guillem, quien firma el libreto y la dirección de "Mudando la herencia", que se adapta a la idiosincrasia de la conocida sala. Sugestiona a cualquiera que se siente en una butaca, proponiendo un viaje íntimo, personal y universal. Una apuesta diferente.
Comentarios
Publicar un comentario