Hablar de Mariano Ozores es hablar de uno de los mejores directores de este país, y por qué no decirlo, de la historia de nuestro cine pese al estúpido consenso de tildar a este como "casposo".
Para muestra de ello, podría hablar de La hora incognita (1964), una rara avis de su filmografía donde se ponía serio, pero como suele decirse es más difícil hacer reír que llorar, y como Los Bingueros (1979) seguro que ya os la sabéis, mejor hablo de esta en teoría spoof donde el director de Pelotazo Nacional (1993) dio un golpe en la mesa nuevamente acompañado por los no meno grandes Andrés Pajares y Fernando Esteso, imanes de hacer taquilla.
Roque Tercero González, de profesión patán y orgulloso de serlo, vive cual parásito atrincherado en el sofá de su único amigo Federico dado que cuando eran niños, el primero salvó al segundo de recibir una paliza.
Angustiado por los problemas maritales por los que está pasando, decide trazar un plan para deshacerse de una vez por todas de Roque y esto es convencerlo/engañarlo para que retome su carrera como púgil y se enfrente por el título actual de campeón español de los pesos wélter, Kid Botija.
Pajares y Esteso o Esteso y Pajares eran la pareja cómica de la época. Ya fuese en salas de variedades o en programas de televisión, hacían que la gente agotara las entradas de la taquilla o a congregarse en torno al televisor, siendo esto algo que bien supo ver el director, creando una asociación la mar de lucrativa donde se explotó el filón que finalmente se tradujo en millones de pesetas. Los Liantes (1981), Los Chulos (1981), Los energéticos (1979) o la mentada Los Bingueros sirvan de ejemplo de ello, hasta que esta unión se acabe rompiendo a mediados de los ochenta. En el film que nos atañe, ambos saben lucrise de lo lindo; ya sea por separado a Esteso comiéndole los demonios mientras Mirta Miller intenta seducirlo o Pajares siendo machacado en el combate final, o ya sea cuando comparten pantalla donde acaban alcanzando cotas de maestría, dando buena muestra de que ambos eran y son unos fuera de serie capaces de solo con un levantar decejas el hacerte reír como una hiena. En cuanto a los secundarios, el siempre eficaz Antonio Ozores como entrenador fraudulento está sembrando, Florida Chico dura cual pared de cemento armando y un perfido Narciso Ibañez Menta en el rol del mafioso patrio.
Demostrando que es un todo terreno, Ozores se enfrentaba a este reto de rodar una película de boxeo, con comedia, sí, pero no dejaba de ser en resumidas cuentas un género que no había tocado y, por más que pueda parecer a muchos una broma, considero que realizó una película que bien podría mirar de tú a tú al clásico de John G. Avildsen; sirvan de ejemplo la manera de rodar los combatees o incluso el entrenamiento de Roque por la zona de Paseo del Ángel para demostrar que lo que se hizo fue más cercano a la primera mitad de El jovencito Frankenstein (Mel Brooks, 1974) que a una parodia de no sabe/no quiere respetar el material del que parte. Ojalá tomasen nota muchos, ¿verdad Jason Friedberg?
Mención aparte merece el tema principal de Gregorio García Segura, quien realiza una variante muy notable de la partitura de Conti.
Como anécdota, cuenta Andrés Pajares que durante el rodaje tenía miedo de hacer daño al antagonista, el boxeador Dum Dum Pacheco, por si se le escapase un golpe ya que al parecer había entrenado. En ese momento Pacheco le dijo a Pajares que le diese con todas sus fuerzas, cosa que no sin cierto reparo acabó haciendo, haciéndole únicamente cosquillas al campeón.
Sin mucho más que decir, una película que con galones se ha ganado el status de película referencial de nuestro cine. Tanto si esperáis ver una parodia como una comedia con identidad propia, no dudéis que acabaréis con un buen sabor de boca.
La película en su día fue un rotundo éxito en taquilla, acumulando más de un millón y medio de espectadores y demostrando una vez más la capacidad de asociación Ozores/Pajares y Esteso para llenar las salas hasta la bandera.
Míster Misingno
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