Buenas noticias para el cine patrio. Uno de nuestros realizadores más emblemáticos vuelve a ponerse en la silla de director, con nada más y nada menos que Penélope Cruz. Es la primera vez que estas dos historias vivas de nuestro cine se juntan, lo cual a priori es una mezcla interesante que estábamos deseosos de ver. Y acudimos raudos al preestreno el pasado lunes en los Palafox de Madrid para ahora contaros que nos pareció.
La propuesta parte de un guión del propio Medem que cuenta la historia de Magda, una madre en paro que a la diagnostican cáncer de mama. A partir de entonces, su actitud nos lleva a todo un tour de force emocional donde la lucha por la vida tanto de ella, como del resto de personajes marca una radiografía de la España contemporánea, siendo un reflejo perfecto de nuestro días. Una hermosa fábula, inquietante y que nos hará recapacitar sobre las cosas que realmente importan en la vida.
En los primeros compases de la película, Magda conoce a Arturo, (Luis Tosar) un ojedor del Real Madrid tras la pista de su hijo (Teo Planell),
que pierde a su familia en un accidente. Entonces, ella decide cuidarle
pensando que su problema es mayor que el suyo propio y a partir de
entonces, con el paso del tiempo se apoyarán mutuamente, curándose las
heridas, estrechando sus lazos a pesar de ser personajes totalmente
antagónicos. Otra piedra angular en la vida de Magda es su médico (Asier Etxeandia),
quien se implica mucho con ella, considerándola amiga más que paciente.
Junto con su hijo forman los tres pilares fundamentales en la vida de Magda, su santísima trinidad, sus
hombres. Ella está
rodeada de personajes bondadosos con sus más y sus menos, donde la enfermedad es el único
obstáculo para ser feliz.
Este tipo de relatos, ya se nos han contado más de una vez, sobretodo si tenemos en cuenta aquel sobreexplotado género social que tuvo su máximo exponente en la década de los noventa, pero claro en esta caso está respaldado bajo el prisma creador de Julio Medem, otorgando gracias a su poética una carga visual que abre en canal los sentimientos de la protagonista y las extrapola hasta las retinas del espectador. El empleo del color, los movimientos de cámara, la iluminación, todo es un vehículo para trasladar lo que ocurre tanto dentro como fuera de Magda. Unos elementos expresivos que se complementan a la perfección con un empleo del montaje muy innovador, mezclado las líneas temporales, haciendo que fluya el relato de forma dinámica.
La historia sigue fiel a la filmografía de su director, obsesionado con la mujer casi como si de un género se tratase, intentando descubrir que hay bajo su piel, donde su cámara busca escrutar esa mirada perdida, ese aliento fugaz, enalteciendo a la mujer a nivel icónico como una Venus, una heroína con tintes clásicos.
Sin duda alguna que la protagonista de Volver regrese a España para trabajar en su lengua materna después de rodar a las ordenes de directores tan importantes como Woody Allen o Ridley Scott, es todo un lujo para nuestro cine. Se agradece que se haya entregado a un proyecto de estas características en vez de buscar el respaldo económico de una producción de Hollywood. Y es que la actriz de Alcobendas está implicada cien por cien con la propuesta de Medem y esto se ve en pantalla, tanto como actriz —hablamos de una de las interpretaciones del año— como de productora. Ella es la película, solo tenéis que verla y os daréis cuenta de que la palabra verdad se le queda pequeña, mostrando delicadeza y fuerza en un papel a su medida (que no era nada fácil de interpretar). Hacer creíble y sentir empatía por Magda era fácil pero hacerlo con naturalidad y estilo es otro cosa. A veces este tipo de films tan crudos crea una barrera en el espectador, casi insensibilizándolos de lo que vemos, pero en este caso se relata con respeto y sinceridad con una grandes interpretaciones, sin pretender en ningún momento dramatizar en exceso.
Sin lugar a dudas nos encontramos con una de la cintas más importantes del presente curso cinematográfico, con un director en su salsa y unos actores de peso que respaldan la propuesta. La sensación final que llega tras los créditos no es que la vida es una tragedia sino una lucha, que tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, pero que pase lo que pase hay que seguir hacia delante, hay que marcarse metas y la de Magda sin duda es VIVIR.
Estamos
ante un canto a la vida, la historia tiene un punto vitalista. Magda
nunca se resigna y siempre se muestra positiva y de buen humor, con
algunos puntos cómicos muy acertados para agilizar la carga dramática,
ayudando de paso a definir muy bien al personaje.
Es
cierto que el cine está obligado a mostrar o ser un reflejo de nuestros
días y esta película es buen ejemplo de ello. En ella de forma consciente e indirecta se retrata la
sociedad española de los últimos años, donde la crisis ha hecho mella,
la autoestima nacional solo la salva la selección de fútbol y la vida
nos ha cambiado radicalmente desde aquellos tiempos en lo que todo era
más fácil.
Este tipo de relatos, ya se nos han contado más de una vez, sobretodo si tenemos en cuenta aquel sobreexplotado género social que tuvo su máximo exponente en la década de los noventa, pero claro en esta caso está respaldado bajo el prisma creador de Julio Medem, otorgando gracias a su poética una carga visual que abre en canal los sentimientos de la protagonista y las extrapola hasta las retinas del espectador. El empleo del color, los movimientos de cámara, la iluminación, todo es un vehículo para trasladar lo que ocurre tanto dentro como fuera de Magda. Unos elementos expresivos que se complementan a la perfección con un empleo del montaje muy innovador, mezclado las líneas temporales, haciendo que fluya el relato de forma dinámica.
La historia sigue fiel a la filmografía de su director, obsesionado con la mujer casi como si de un género se tratase, intentando descubrir que hay bajo su piel, donde su cámara busca escrutar esa mirada perdida, ese aliento fugaz, enalteciendo a la mujer a nivel icónico como una Venus, una heroína con tintes clásicos.
Sin duda alguna que la protagonista de Volver regrese a España para trabajar en su lengua materna después de rodar a las ordenes de directores tan importantes como Woody Allen o Ridley Scott, es todo un lujo para nuestro cine. Se agradece que se haya entregado a un proyecto de estas características en vez de buscar el respaldo económico de una producción de Hollywood. Y es que la actriz de Alcobendas está implicada cien por cien con la propuesta de Medem y esto se ve en pantalla, tanto como actriz —hablamos de una de las interpretaciones del año— como de productora. Ella es la película, solo tenéis que verla y os daréis cuenta de que la palabra verdad se le queda pequeña, mostrando delicadeza y fuerza en un papel a su medida (que no era nada fácil de interpretar). Hacer creíble y sentir empatía por Magda era fácil pero hacerlo con naturalidad y estilo es otro cosa. A veces este tipo de films tan crudos crea una barrera en el espectador, casi insensibilizándolos de lo que vemos, pero en este caso se relata con respeto y sinceridad con una grandes interpretaciones, sin pretender en ningún momento dramatizar en exceso.
Sin lugar a dudas nos encontramos con una de la cintas más importantes del presente curso cinematográfico, con un director en su salsa y unos actores de peso que respaldan la propuesta. La sensación final que llega tras los créditos no es que la vida es una tragedia sino una lucha, que tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, pero que pase lo que pase hay que seguir hacia delante, hay que marcarse metas y la de Magda sin duda es VIVIR.
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